miércoles, 30 de abril de 2014

Los venenos de Tristán

Aubrey Beardsley

La espada del recuerdo buscó su cuerpo con su filo emponzoñado,
 se incrustó irreparable en la noche de su corazón.
La muerte dejó  una presencia de mármol que florece en mis cabellos,
Mientras su fría  serenidad se disipa siembro el mar en una barca que es distancia.
Los ojos de Tristán emigraron hacia las galerías del tiempo
en busca  del antídoto húmedo de una madrugada
que desplazara los planetas agónicos de su corazón.
Fue entonces que Isolda tiró la moneda del vértigo
 al pozo sin fondo de la sombra,
y con la lucidez de los peces puso un pájaro blanco en su corazón.
Atento al gesto, dentro de su estrella lejana
Tristán dejó que la herida retornara a la espada fugitiva,
junto con todos sus sueños migratorios.

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