El amanecer en el desierto es mágico,
los primeros instantes en que el sol sale,
el tiempo se detiene,
toda la vida deja de respirar un momento;
Entonces la geografía sueña con el bosque distante y
la arena siente una nostalgia enferma por la sombra
del árbol.
Esto permanece hasta que el dorado y silencioso sol emerge
triunfante,
marcando con ello la resurrección del día,
entonces la vida y su centro comienzan a respirar
nuevamente.
Desde esta eternidad se diseñan las imágenes que brotan de
mi mente,
recojo mis zapatos de luz líquida y comienzo el rito de
polvo,
sueños y oro de todas las mañanas.