A
veces las tardes se olvidan del misterio de la sombra
Y
se derraman livianas bajo las manos del sol,
Entonces
las flores se esconden en mi alma
Asustadas
por el blanco vacío.
A
veces recorto la oración para pegarla
Sobre
interminables paredes blancas,
Entonces
las voces dejan de pronunciar milagros
Y
el simulacro somnoliento de la fe se ahoga en mi.
A
veces la columna se hace horizonte,
Y
es el cielo quien sostiene al mar,
Entonces
la espada florece,
La
tarde recuerda su oscuridad y la oración vuelve intacta
a los labios.
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