Max Ernst
Sostiene con las raíces de tus manos la fruta dorada,
Hija pródiga del sol;
Confía en el espacio pletórico que se esconde tras el horizonte.
Se cierra la cúpula del cielo en lo más profundo de tu corazón;
Y brotan solidas nubes desde tus brazos,
Con ellas le haces señas al puente nacido en el espejo del equinoccio.
En los corredores del tiempo la tierra espera que tus piedras florezcan
Y que inconsolables de colores le den peso a tus sueños más extraños.