Marc Chagall
Tres sillas
abandonadas, los hermanos Karamazov:
Dimitri, Iván y
Aliosha,
los deseos resbalan por
sus piernas de hombres en la catástrofe del amor,
en la búsqueda del
padre, del arquetipo masculino originario,
¡Cuánta orfandad entre
los hombres hermanos Karamazov!
Habéis nacido del parto
del mundo con apenas una certeza:
sobrevivir y buscar.
Dimitri, feroz máscara del lobo herido de los años,
posesivo como un
rascacielos con la ciudad,
sombra que navega en una barca-reloj que a la deriva de los siglos se desgrana,
simple y vacío: el hombre que no se comprende y sin embargo busca.
Iván, pasa la espuma
por el ojo de la locura, que no es locura
sino un espejo que refleja el aspecto irreparable de las estatuas de la razón,
Iván no cree en la salvación
del hombre, se disgusta con el gran progenitor;
yo desentierro el cielo y con los dedos manchados de tiempo y espacio le pregunto:
¿Quién diseñó como río cósmico nuestros sueños que se entrelazan?
¿Tienes la respuesta?
Pero Iván silencioso espera que sus pensamientos se transformen en otras cosas.
Aliosha, eres la trizadura inabarcable del destino,
te ahogas en la tacita blanca de los sueños del mundo,
invisible, inaccesible
a la comprensión
tatuado en la memoria
genética de la humanidad con un gesto antiguo e indescifrable;
Aliosha sufres, no
entiendes tu abandono,
quieres el fuego de la
chimenea para la totalidad,
salvar de la catástrofe
del diluvio a los inocentes;
sin embargo, el mundo te corrompe,
te pierde,
y tú huyes, te evaporas, fragmentando el tiempo con tu dolor.
¿No es así hermanos
Karamazov?
Cae el tiempo en su
pozo de ausencia,
se resbala la sucesión
en la superficie de mi vestido blanco,
el destello luminoso de
la lluvia os pregunta:
¿Cuál es vuestra Itaca?
¿El padre? ¿La amada
siempre distante?
¿El anhelo que jamás ha
de saciarse?
El eterno retorno de
una pregunta que siempre ha de quedar sin respuesta:
El bastardo de la humanidad oculto en la
sombra.