Aubrey Beardsley
La
espada del recuerdo buscó su cuerpo con su filo emponzoñado,
se incrustó irreparable en la noche de su corazón.
La muerte dejó una presencia de mármol que florece en mis
cabellos,
Mientras su fría serenidad se disipa siembro el mar en una
barca que es distancia.
Los
ojos de Tristán emigraron hacia las galerías del tiempo
en
busca del antídoto húmedo de una
madrugada
que
desplazara los planetas agónicos de su corazón.
Fue
entonces que Isolda tiró la moneda del vértigo
al pozo sin fondo de la sombra,
y
con la lucidez de los peces puso un pájaro blanco en su corazón.
Atento
al gesto, dentro de su estrella lejana
Tristán
dejó que la herida retornara a la espada fugitiva,
junto
con todos sus sueños migratorios.