El árbol de la vida, Gustav Klimt
el verde enloquecido nos separó del canto de las libélulas
y obligó a nuestra lámpara a despavorida emigrar.
Ahora las flores cierran los ojos para honrar al mar distante,
Todo empieza y termina en tu salvia delirante
Sabemos que en los más interno de nosotros un árbol se deshoja
y escupe las horas que ya no volverán;
Desnudos y tiritando nuestros sueños se evaporan.
El tiempo enciende y apaga el milagro
con un gesto mecánico y gastado,
y nos obliga a dejar caer sueños, memorias y deseos
que fríos y livianos se hunden en la tierra.
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