jueves, 27 de junio de 2013

Aquella noche


Esa noche se apagaron todas las estrellas,
algo sorprendentemente silencioso las apagó,
el cielo decoró su abandono con guirnaldas viejas
que en su tímido resplandor la luz más triste evocó.
El universo se tragó así mismo
y en una vacía estación de trenes se transformó.
Esa noche soñé que la oscuridad estaba encerrada en una botella
que sobre el mar naufragó,
toda la oscuridad deslizándose sobre la superficie de las aguas,
la tiniebla como el espíritu de las flores, encerrada en su botón.

¿Qué esperaban las estrellas?
Nada
De
     Nada
Nada la oscuridad
Como hada,
aferrada al borde de su estrella muerta.
Aquella noche, todo se acabó,
para que el origen golpeara las puertas del retorno.
El tiempo se desmoldó del espacio
y la luz por el recipiente de un reloj de arena se escurrió.



martes, 25 de junio de 2013

Algo de quietud


La superficie de mi piel, en profunda quietud,
gota a gota el tiempo se va desvelando en mi exterior,
entran en mí los años…
Lentamente enciendo la luz de la jornada,
doy el primer paso, 
¿Adonde irá a parar el silencio nocturno?
Sin emoción secreta la luz consuela y miente.
Oh quietud, acaricias los brotes tempranos,
con paciencia en tu lánguida esfera
preparas las flores que vendrán;
de mi centro surge una brote que bosteza,
no hay prisa para mi laberinto de mármol y sal.
Ya no huele a tempestad,
ahuyentando el espacio,
el alma se acomoda lentamente en su vestidura de carne.
Sigo la huella de mis pasos
ellos desembocan en un mar verde, calmo

que acuna en sus entrañas un extraño reloj de sal.

viernes, 21 de junio de 2013

Pequeña acrobacia


Estamos lejos siempre,
como las estrellas,
la cercanía es sólo para los habitantes del jardín:
pájaros y ángeles rastreros, fabricantes de enloquecidas flores.
Haz tu acrobacia,
balancéate en el espacio con los ojos en los pies,
transforma el espíritu del silencio con tu pirueta solemne;
tú sabes que el salto es tan obligatorio como el recuerdo del mar
¿Habrás de olvidarlo?
La respuesta es tan obvia como tu encandilado salto.
Yo podría sentarme en el río a esperar que la luz soltara el llanto,
Podría cubrir mis piernas con sus lágrimas-lámparas.
¿Ves la marea que atraviesa el cielo?
Es ahí donde alguna vez quisimos nadar.
Los pies se convertirán en blancos veleros
esperando la conformación de un deshojado azar,
la luna hará su voltereta cósmica para aplaudirte,
y la estrella más brillante poniendo de cabeza al tiempo
 abrazará la oscuridad.

jueves, 20 de junio de 2013

Invernal


Me levantaré y le pondré cuerda al silencio,
volveré a contemplar la nieve a través de un sucio ventanal.
Pido al cielo que silencie sus aeroplanos fantasmas,
caídos sobre ignorantes caminos bordados antaño,
¡no mires más las nubes enredándose en sus alas del siglo pasado!
Pensé en las hojas de este otoño que se aleja
por rutas frías e interminables,
todas ellas trenzadas de pensamientos primaverales,
prendidas a mi ojo por resplandecientes horquillas de oro.
En esta época del año el reloj susurra las horas
Y se despide de todo presagio,
Los segundos van cayendo fríos,

uno a uno sobre los bosques lejanos.

lunes, 17 de junio de 2013

El fuego del invierno...es de Cartago


A Cartago llegué entonces

Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo
Oh señor Tú me arrancas
Oh señor Tú me arrancas

Ardiendo
(T.S. Eliot)

El viento es una llama que se extiende,
su onda pintada de hojas muertas se dirige hacia
el otro lado de un río invisible.
Arde el paisaje gris,
el invierno es un fuego que consume con estupor
cualquier soledad o quimera.
Oh Cartago eres el rojo polar de esta estación
fríamente encendida,
eres un espejismo socavado…
Allá en la profundidad los cimientes de la civilización
en una retina de greda.
La llama resplandeciente obligándonos a olvidar,
¿Aquel que cierra los ojos es Aníbal?
¿Acaso el fuego hizo que se tragara aquel árido horizonte?
También tú fuiste Aníbal llorando las ruinas de un silencio esplendoroso.
Tenías un papel entre los dedos marchitos por la niebla ladina,
las palabras escritas sobre un ventanal lejano,
tus dedos quemados por el frío, dibujando símbolos desde la distancia.
El fuego favorece la fragilidad de la memoria,
Cartago aún se consume en este invierno
y en todos los inviernos de la humanidad
 que indiferentes y crispados a tus pies
                                                              se queman.






viernes, 14 de junio de 2013

Esta tarde...y todas las tardes


La tarde es un pájaro en busca de la noche,
su corazón es una flor roja y ciega
que bombea aeroplanos, paisajes y sentimientos.
Nos vamos acercando a la oscuridad estrellada,
lentamente, como barca a su orilla.
Las ventanas se van quedando sin miradas,
Los ojos hacia el interior.

Esta tarde y su manuscrito incomprensible
es un canto pensativo que jamás ha de retornar,
la noche y su almohada bordada de barcos y peces
se hace esperar.
He aquí el ocaso derritiéndose en mi espejo,
mi lámpara se encenderá en el momento exacto
que separa la luz de la tiniebla,
y alumbrará los interminables caminos
de todas las tardes que ya jamás han de retornar.




martes, 11 de junio de 2013

Una carta


Envíame una carta en un sobre descalzo,
cuéntame en ella tus sueños resucitados,
si acaso es blanca la pared de tus verdades.
Escríbeme una carta que hiera mi silencio,
usa palabras secretas y pequeñas,
cuéntame de qué color son las calles que besan tus pasos.

Envíame un sobre que corra como riachuelo,
que devore distancias
que se dirija hacia mis propias olas y mareas.
Escríbeme con la diamantina voz del consuelo,
Y no olvides contarme sobre la luna
que corona tus agonías nocturnas.

Escríbeme,
como en el siglo XIX,
como si sólo existiera el mar y el tiempo,
dime que la vida es corta,
que si el reloj te parece un monstruo pequeño y delirante,

dime si acaso divisas una luz extraña  desde tu ventana.

jueves, 6 de junio de 2013

¿Y las estrellas?


Fue en un pequeño pueblo,
a espaldas del abismo,
en una lluviosa noche sin luna,
los gestos heredados dormían en el sueño,
la máscara con su demorada lealtad descansaba en el
velador.
Un temblor,
el viento desde las entrañas me habló
en su lengua delirante:
¿Llegarás a la hora? ¿Podrás presenciar la trayectoria de la flecha?
¿No es tiempo ya de dejar de medir la distancia?
El arco se ha liberado, reposa ajeno en el jardín.
Apartarás cualquier rostro insistente en tu  inconsciente;
los cuerpos divididos son la luz y la sombra de astros apagados hace siglos.
Más tarde comprendí que el arco era la poesía, la flecha Ulises,
Acaso yo, acaso todos los hombres y mujeres,
a todos nos alejaron del hogar en pos de una guerra
que lejos ocurría,
la vida es una esplendorosa batalla,
que con valentía hemos de perder,
y no hay quien no tenga la certeza de que a algún lugar
ha de retornar.

Y las estrellas Ulises…¿acaso son sólo la fría noche?
Su tintineo anacrónico y cansado ¿qué revela?
¿es que no hay mito y fin para su luminosidad?







martes, 4 de junio de 2013

¿Quién sueña a quién?


La oscuridad se traga al jardín,
la noche con su velo nacarado
está ocultando su demudada luminosidad.
Es la hora en que el jardín se apaga como una vieja lámpara,
 y sueña con el bosque distante.

El espíritu delicado del jardín se estremece ante la imagen
de las bestias salvajes y las feroces plantas de ojos acuáticos
que como espectros parecen hablarle.
Al despertar, su pequeño corazón decorado de rosas
se inquieta ante el instinto salvaje que como hiedra,
intuye crece en su interior.

 En otro lugar hay un bosque
que sueña con un jardín,
su melena copiosamente poblada de helechos hambrientos
se estremece ante la belleza domesticada,
su instinto se ahoga en el ojo de la fuente,
quisiera finalmente un día domesticarse,

ser amado, tal vez podado, por unas delicadas manos.

domingo, 2 de junio de 2013

Coleccionista de hipocampos


A veces uno toca la superficie de las aguas
y el mar se despierta;
en ese instante tienes la certeza de que
los habitantes de la profundidad
no saben de orillas, ni de ensimismadas islas.
Tú tocaste las olas desde tu espejo,
alargaste sombríamente los brazos
para alcanzar un hipocampo,
criaturita húmeda y salvaje
que atraviesa las paredes del mar.
En tu puerta se pierden las arenas,
desaparece el caballo marino que te devolverá la libertad;
y quisieras que no fuera así;
pero el reloj sólo sabe de gatos y perros tristes.
El tiempo te aparta de la semilla que dio origen al mar;
querrías ser salvaje, pues tanta civilización
te vuelve demasiado  susceptible al frío.
Pero el hipocampo se marcha con su libertad primaria,
su profundidad y su destino oculto no te pertenecen.