Fue en un
pequeño pueblo,
a espaldas del
abismo,
en
una lluviosa noche sin luna,
los
gestos heredados dormían en el sueño,
la
máscara con su demorada lealtad descansaba en el
velador.
Un
temblor,
el
viento desde las entrañas me habló
en
su lengua delirante:
¿Llegarás a la hora? ¿Podrás presenciar la trayectoria de la flecha?
¿No es tiempo ya de dejar de medir la distancia?
El arco se ha liberado, reposa ajeno en el jardín.
Apartarás cualquier rostro insistente en tu inconsciente;
los cuerpos divididos son la luz y la sombra de astros apagados hace siglos.
¿No es tiempo ya de dejar de medir la distancia?
El arco se ha liberado, reposa ajeno en el jardín.
Apartarás cualquier rostro insistente en tu inconsciente;
los cuerpos divididos son la luz y la sombra de astros apagados hace siglos.
Más tarde comprendí que el arco era la poesía, la
flecha Ulises,
Acaso yo, acaso todos los hombres y mujeres,
a todos nos alejaron del hogar en pos de una
guerra
que lejos ocurría,
la vida es una esplendorosa batalla,
que con valentía hemos de perder,
y no hay quien no tenga la certeza de que a algún
lugar
ha de retornar.
Y las estrellas Ulises…¿acaso son sólo la fría
noche?
Su tintineo anacrónico y cansado ¿qué revela?
¿es que no hay mito y fin para su luminosidad?
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