Soy delicada,
como grano de arena
que viaja hacia un mar distante.
Convengamos que, a veces,
soy romántica y cliché.
Seda en los párpados,
luces y sombras en la piel.
Delicada como velo que oculta
un espejo de caoba y cristal.
Adoro deslizar las manos en las texturas
que reemplazan al sol y la miel.
Me gusta abrir las persianas con los
ojos cerrados
y percibir el cambio de luz en la piel.
Me aferro al placer del susurro distante,
de la palabra que viaja luminosa
y se instala en la cima de la torre de Babel.
Soy delicada como nieve nocturna,
como hoja de abedul
que cae sin deseos de caer.
Soy delicada, pero no te confundas:
mis huesos son fuertes como roca.
Soy terca,
porfiada como reloj que se detiene.
Cuando me voy, rara vez regreso,
y, como las gatas, siempre caigo de
pie.
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