Lo que nos trajo
hasta aquí
nos sacará de aquí; nuestra nave
se mece en el agua teñida del puerto.
Ahora el hechizo
ha concluido.
Devuélvele su vida,
Devuélvele su vida,
mar que sólo sabes avanzar.
(Luise Glück)
El tiempo se acaba, Ulises,
como el agua del pozo de tus deseos.
Estás soñando, Ulises,
y con los ojos cerrados
vas cruzando la línea que separa
la tiniebla de la luz.
¿Podrás regresar a tu tierra
sin la demacrada mueca de la nostalgia?
Ulises, la hora que anhelas se acerca:
¡el reloj es un puente que te acerca
a tu patria ausente!
como el agua del pozo de tus deseos.
Estás soñando, Ulises,
y con los ojos cerrados
vas cruzando la línea que separa
la tiniebla de la luz.
¿Podrás regresar a tu tierra
sin la demacrada mueca de la nostalgia?
Ulises, la hora que anhelas se acerca:
¡el reloj es un puente que te acerca
a tu patria ausente!
¿Aún recuerdas el corazón de Ítaca?
¿O ella es sólo un espejismo
en las migas del mar?
Mañana, la noche caerá blanca a tus pies,
y con ella, las altas ventanas de tu esquiva patria.
“No hay viaje sin retorno”, te susurra Atenea,
espléndida sobre las olas del mar.
¿Qué es el amor, héroe del abismo?
Te lo pregunto de sueño a hombre,
como lo harían los planetas a los lobos de la noche:
¿Qué es aquella sustancia líquida que resbala
por tu corazón siempre ausente?
Oh sí, ya lo sabes:
el amor es una raíz amarga,
esculpida por la oscuridad
al interior de la tierra.
El amor lucha por domesticar las piedras
y morder la superficie.
Se estremece presintiendo el calor del sol,
y ha de crecer,
¡ha de ser majestuoso y frondoso!
Y como la hiedra, ha de trepar por la muralla
de los hombres y de tu propio corazón.
Circe yace en la oscuridad de su hechizo.
Ella hará que abras los ojos entumecidos por sus afeites.
Ella te devolverá.
Será de noche.
Los cerdos abrirán las puertas del retorno.
Ulises, yo soy tu sueño,
y desapareceré con el vapor de la mañana.
Abre los ojos, héroe de todos los pasos perdidos:
Ya estás en tu tierra.
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