miércoles, 31 de julio de 2013

Afluente

Rafal Olbinski

El río es el guardián de la lejanía temporal
como el horizonte del espacio nunca domesticado,
nace la vida bajo su jardín de agua,
líquidos pétalos retornan desde la infancia
por su caudal innombrable.
Va el río aquel,
 trepando verticalmente la vida,
 breve de memorias
extendiendo su brazo manco,
más puntual que reloj de estación,
indiferente a su propia metáfora del tiempo.
Iba el agua, para morir,
para nacer de nuevo,
intuyendo que a lo lejos la cáscara de un huevo se trizaba.
El río vivió encorvando el movimiento,
con el único propósito de apearse al mar,
sin embargo, el océano no era su destino:
río al río, como el silencio a la eternidad.
Buscabas la ruta de la la paz, entrechocando
la voluntad de la piedras,
pero comienzas a olvidar las profecías y
la soledad perfumada de los barcos amados,
pues sobre la superficie cristalina de otro río
se oyen tus campanas.





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