Salgo dormida a dar
la cara al mundo,
con la lejanía del
horizonte estampando antiguas rosas en mi inconsciente.
¿Sabías que no hay diferencia
entre abrir y cerrar los ojos?
Debemos recoger las
lentejuelas del recuerdo,
sólo ellas brillarán
en el poniente de nuestro vertiginoso tiempo.
Amanece para ricos y
pobres
la caja de música del
sol abre su tapita para todos, siempre,
la totalidad danzando, alisando con los pies la sábana blanca de nuestros sueños.
Lanzo mis redes al
mundo
he de pescar un trozo
nacarado de incredulidad;
a estas alturas estoy
notando que el mar está en todas partes.
Todos quisiéramos ser
como lluvia de primavera,
profética y clara
caer como pequeños
espejos en la superficie de un terruño amado
¿es que podemos existir
sin besar los labios fríos del silencio?
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