Bajo
la copa del árbol que ha de invertir el misterio,
Me
encuentro a un señor dibujando el tiempo,
Bajo
su sombra cristalina,
la cáscara del corazón esconde los desechos de los sueños
más extraños.
¿Quién profetiza la sustancia de los
colores?
Le pregunto en voz muy baja.
Y
él se ríe,
Sólo
se ríe,
aplaudiendo en el intersticio de dos islas, la hipocresía del mar.
Como
un mago oculto en el umbral retiene la risa
Y
la suelta en mi demudado jardín.
¡Qué cínico es usted señor! Le digo
colgando mis pies desde la estrella más alta.
Al
instante me responde con los ojos vendados,
asido al borde de su trapecio recién pintado.
Señorita, los lirios voladores la están
alcanzando, no piense tanto en la resurrección de aquellas golondrinas del
siglo pasado, ¡reme! ¡reme!
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