Desechadas las banderas
Y aquellas murallas que cercaban
nuestras primeras tardes,
pudimos advertir que la poesía era el
elixir,
la sustancia florecida de todos los
afectos
que como lluvia, desde el cielo nos llovía.
Entre las oscuras olas del mar se
escondió su copa,
Y hasta nuestra orilla agonizante llegó,
Entonces la probamos, como quien muerde
la manzana,
Y entonces todos los pájaros que
sobrevolaron la luna azul,
Nos indicaron el camino.
Mira mis manos, dijeron las palabras.
Hablarás la lengua de la rosa y el río,
Y naufragarás una y otra vez
sobre un Mar recién bautizado,
Habrás probado el elixir de la palabra
que evoca el silencio oculto en la pianola,
que evoca el silencio oculto en la pianola,
Amarás la única cruz de nieve, aquella
que evoca la belleza
Y la redención,
Descubrirás un día que no eres el poeta
sino la poesía.
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