Llego un día en que pude abrazar los albos brazos del olvido,
Azuzada por la blanca llama de una voz
que desde un remoto puerto,
entre pálidos huracanes
entre pálidos huracanes
me cantaba:
Los
astros están fríos,
Pero
el olvido es una cálida esperanza
Deshoja,
deshoja el lirio de tu amor
Entonces con un rumor de caricia
solté mi anhelo azul,
Mientras el mar se inclinaba como un niño
para escuchar a la seductora voz:
El
olvido es como una flor de cera
Que
en la penumbra logramos modelar,
La
noche me abre la puerta de tus sueños
Al borde
del invisible abismo nos hemos de encontrar.
Al extremo del pensamiento
Las piezas del ajedrez se hicieron
difusas
Sin embargo, el tablero se encendió
Como lava de un furioso volcán.
En ese preciso instante solté mi cabello
sobre todas las mareas,
Esperando naufragar;
Pero las orillas se estrellaban en el
horizonte,
Y comprendí que sin añoranza la playa era
una fachada.
Y la misma canción que desde lejos,
Desde tan lejos me llegaba:
Estás
cayendo blanca sobre ti misma,
Con
dos manos frías he de coronar tu olvido,
Las
estatuas de sal mancharán tu espalda, pero no podrás voltear,
He dado muerte al cangrejo.
Quiero que el olvido no sea esta baratija,
Galería del vacío, fría conquista del yo,
Que apaguen la voz y sus pálidas figuras
misteriosas
Hoy yo quiero recordar.
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