La justicia es una dama blanca,
con las manos frías sostiene su
balanza;
tiene un pie en la tierra
y otro en el agua.
Un brazo con plumas
y otro con escamas.
Mitad despierta,
en medio de la vigilia más atroz,
cierra los ojos para balancear
nuestras espaldas.
Una mano en lo que ocurre y pasa;
otra en el alfil que dará la
victoria con su espada.
Un costado apoyado en los sueños
de la luna,
y el otro, en un sol modelado sin
nostalgia.
A mitad del camino fluyen
unos pasos que se alejan;
una parte de mí se queda
a la espera de esos pasos,
la otra parte se marcha.
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