Agua de diamantes, tu luz
en el borde de un espacio
donde se bifurcan todos los
senderos.
Blanca estrella lejana:
quisieras dejar en el borde del río tu esplendor,
deshojar el tiempo, y que de la alondra
que habita en tu pelo
brote una estrella,
como si fuera una delicada flor.
Todas tus calles interiores se encienden,
a la espera de que la primavera
encienda su motor.
Un pie en la tierra, la mirada en el cielo,
y el pecho húmedo de un líquido esplendor.
Las sombras ya maduras caen de los árboles
para darle más espacio a la luz.
Y de un silencio que, de madrugada, te llama,
florece una estrella que te abraza con todo su fulgor.
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