Cae la uva dorada de su
racimo inmenso,
Se desprende atendiendo al
tiempo y a la gravedad,
La mano sostiene el fruto
huérfano,
Acaricia su delicada
superficie,
La lengua ciega y poseída destroza el pequeño círculo;
La lengua ciega y poseída destroza el pequeño círculo;
Se enloquece con la
dulzura de la luz que se encarna.
Y el alma allá en el fondo
susurra bajito:
Somos uvas y vamos
cayendo,
Oh vamos cayendo!
Dirigidas hacia la boca de una
incomprensible
eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario