Nadie
ha visto a las estrellas morir en el firmamento,
tampoco
hemos contemplado su anunciado nacimiento.
Los
hombres sólo aman la fuerza de gravedad,
desdeñan
el difuso y lejano firmamento;
Que terrible son las estrellas-murmura un banquero
incansablemente
saciado-ellas escupen extraños
pensamientos
con su dilatada luminosidad
inalcanzable.
¡Reniego de vosotras y de vuestro encendido
poderío!
Este
pensamiento abrigó la indecorosa y abrillantada cabeza calva
del
banquero, mientras arruga su respingada y delicada nariz inglesa.
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