Hay una aguja pequeña
que da puntadas
en la superficie de tu corazón;
se hunde luminosa,
como la espina de la rosa en la carne,
cuando la mano quiere acariciar.
La aguja busca el centro.
No lo encuentra,
y borda una sombra extraña
en los bordes de tu corazón.
Cada puntada provoca un dulce dolor,
como la lejanía de un amor distante,
cuando en la noche se oculta la razón
y el tiempo se llama amor, amor, amor...
Eres el único que siente
esta herida de extraño color,
el único que recuerda su oscuro dolor.
Su bordado se estampa en la fina túnica de tus años,
como esas manchas en la superficie de la luna.
¿Será que sólo el dolor quita el dolor?
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