Allá en esos jardines oscuros y deshojados
pisaste bruscamente mis sueños;
despiadadas fueron las semillas negras
que plantaste en mi corazón.
Acompañaré al animal mortalmente herido que muere en mí,
y con el ingenio de los ángeles volveré a nacer.
Pisaste mis sueños
con los ojos fijos en la arena,
haciendo interminable este final.
¿Qué importa, ahora, que queden
sólo cenizas de ti y de mi?
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