La oscuridad se traga al jardín,
la noche con su velo nacarado
oculta su demudada luminosidad.
El jardín se apaga como una
vieja lámpara
y
sueña con el bosque distante.
El espíritu delicado del jardín se
estremece ante la imagen
de las bestias salvajes y las feroces
plantas de ojos acuáticos
que como espectros parecen hablarle.
Al despertar, su pequeño corazón decorado
de rosas
se inquieta ante el instinto salvaje que
como hiedra,
intuye crece en su interior.
En
otro lugar hay un bosque
que sueña con un jardín,
su melena copiosamente poblada de
helechos hambrientos
se estremece ante la belleza domesticada,
su instinto se ahoga en el ojo de la
fuente,
quisiera finalmente domesticarse,
ser amado, tal vez podado, por unas delicadas
manos.
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