Isolda,
en vano suspiras en la noche, en vano gritas mi nombre cuando ya no oigo,
cuando un sudor de sangre me cubre las orejas, cuando el cielo se vacía en mi
retina. Todo hombre es un cobarde. No creas en los excepcionales que te pinta
el sueño caído de otros astros menos palpables. El místico es el hombre del
pavor, es el hombre que no quiere estar solo, es el que quiere ser dos por
miedo a la soledad.
¡Ah,
si tú supieras!
Qué
no daría yo por hacerles callar con su voz azulada y romperles las formas y los
colores del sentimiento eterno o pasajero, siempre dulce, demasiado dulce para
el paladar de un náufrago infinito.
(Vicente
Huidobro, Temblor de Cielo)
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