lunes, 25 de junio de 2012


Dice Rhodo: Yo me consumí
en aquel reino que quise fundar
y no sabía ya que estaba solo.
Fue mi noción quebrantar esa herencia
de sangre y sociedad: deshabitarme.
Y cuando dominé la paz terrible
de las praderas, de los ventisqueros,
me hallé más solitario que la nieve.

Fue entonces: tú llegaste del incendio
y con la autoridad de tu ternura
comencé a continuarme y a extenderme.

Tú eres el infinito que comienza.

Tan simple tú, hierva desamparada
de matorral, me hiciste despertar
y yo te desperté cuando los truenos
del volcán decidieron avisarnos
que el plazo se cumplía
yo no quise extinguirte ni extinguirme.
(Pablo Neruda, La espada encendida)

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