No debes tocar
el sol, pues él te quema las manos,
asciendes muy
alto en tu ansia de energía originaria,
Así no puedo
alcanzarte.
El cielo se ha
incendiado,
su extraño
resplandor me ha cegado,
asciendo torpemente
porque no sé llegar.
Mis pies son
el latido de un tambor,
y el tiempo en
su afán cotidiano no da tregua.
De tus nubes pasajeras
no quiero ser un resplandor triste.
En la comarca
del sol
el pájaro al
elevarse quema su alas.
Me entristezco
pues el astro rotundo,
amarillo
pues el astro rotundo,
amarillo
siempre vence.
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