jueves, 24 de noviembre de 2011

Tomar un barco



Tomar un barco en el desierto dorado
Navegar por el polvo en el sudoroso final del día,
Sacarse los zapatos llenos de memorias de bosques
Y abandonarse…
El viento podría acompañarme y tal vez susurrar a mi oído
El mar resucitado de Vicente Huidobro o el paraíso terrenal de Ezra Pound.
Todo empieza a quedar en silencio, como si de pronto toda la música huyera a los pueblos del sur,
Quiero tomar ese barco dorado y decir hasta luego señor, hasta luego señora
E ir en busca de algún tesoro enterrado hace siglos,
Las texturas brillantes se arremolinan en mi mente,
Inundan de luz mi cabeza,
yo sólo quiero recoger esa piedrecita blanca a la orilla del río,
Pintarme los labios de carmesí y olvidar el humo de los patios,
¿No será mucha la luz?- me pregunto
Me alejé de la urbe contaminada, cambie mi vestido de bosque
Por esta túnica dorada y sé que pronto anochecerá en la ciudad
Pero ¿qué hago aquí?
¿qué voz, mano, tiempo, aire, cielo o voluntad me condujo a esta tierra amarilla?
Las estrellas se reparten como semillas de madreselva y amenazan con enceguecerme,
La sombra que me sigue todas las noches me saluda con su mano alargada
Le sonrío en señal de respuesta,
Es el desierto, aquí no hay barcos para abandonarse y ser distancia;
Camino con mis sandalias que son como rieles de otro siglo,
Dejando huellas que el viento se empeña en dispersar.

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