jueves, 29 de marzo de 2012

La sirena



La sirena abre los ojos en la profundidad,
Su reluciente cabellera desconoce el cielo insomne,
Mira por su basta ventana
Y contempla un círculo dorado,
No sabe que es el sol,
Los astros son gemas tan lejanas.
Criatura oceánica vas de orilla en orilla
Mordiendo costas en busca de redención,
En las noches a espaldas del mundo
 enciendes tu lámpara de nácar,
Iluminas el fondo del mar.
La sirena deja temblar las algas,
Decora su anhelo con la sabiduría de los peces,
Recorre distancias, millas de luz acuática.
En su jardín no hay abejorros asustados,
Ni flores espectaculares,
Sólo una perla y mucha sal,
Mucha sal,
La mirada a veces en la superficie.
Hay noches en que el  capitán del submarino
La llama,
Le convoca desde su retrato,
Con precisión enhebra sus palabras y
la llama desde su excesiva lejanía,
le dice: eres el mar,
ella que no es caracola, ni flor, ni pez,
Se entristece,
No logra atrapar la claridad de esa voz,
Y como si la búsqueda fuera un templo
Se hunde en si misma
Atada por un cordón de luz a la superficie.

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