martes, 21 de febrero de 2012

La herida



No, no es la mía: es la herida de otra gente.
Yo nunca la hubiera soportado. Por eso,
Llévense todo lo que ocurrió, escóndanlo, entiérrenlo.
Retiren las lámparas...
(Ana Ajmatova)


No es mi herida la que sangra,
Sólo retengo la huída del ocaso entre mis dedos,
Es sólo eso, nada de temer.
No debéis conmoveros,
Las lágrimas a destiempo siempre son opacas,
Es mejor contemplar la huída del verano
Y refugiarse en un barco fantasma,
No es mi herida la que sangra,
Sólo es una lámpara que se apaga en la tormenta.
Un horizonte detrás de mi espalda,
Algo de tristeza apacible.
Cómo el atardecer entre dos amantes,
Como las despedidas entre los amigos que saben que sólo la muerte habrá de volver a reunirlos.
Siempre es mejor congelar la herida,
Estamparla justo en el muro.
Sin murmurar lamentos,
en silencio
del mismo modo que ordenamos las últimas brazas de las cenizas,
Nada más fuera de lugar que una desdicha a destiempo,
Como el destello de una estrella muerta hace ya cientos de años

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