A medianoche un ruido se ahoga en el tapiz de la penumbra,
el espejo se niega a reflejar al fantasma recién nacido,
parido por mis pestañas.
¿Eras tú, fuiste tú quien sopló a mi oído en la ficción
de aquel sueño blanco?
He de confesarte que eres el pedestal que sostiene las ruinas del tiempo,
y que, bajo todas las sombras de las mujeres que he sido fluye el río de tus pasos.
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