Ahora estoy inclinando mi balanza
sobre un rumor,
que tiene la dulzura triste y salobre
de un ángel parido por el mar.
Mañana equilibraré la pureza de la nieve
con la calidez del mar;
como trapecista circense,
entre la línea que separa la luz de la tiniebla,
me voy a equilibrar.
Ya no estoy temiendo tropezar,
pues mi canto luminoso
es un espejo
en el cual dos ríos desembocarán.
El agua de mis sueños
nutre la profundidad de tus raíces
y tiñe de azul la brizna reluciente.
El tiempo extiende su sábana de agua
para que el ángel despierte.