¿Eres Venus?
¿Acaso surgiste de mis aguas? —me preguntó.
No —le dije—, soy el espejo metálico
de tus palabras.
Rocé con la punta de mis dedos su espalda
y le ofrecí una manzana,
para apaciguar la intensidad de su jugada…
Mis ojos proyectaron un silencio,
lo cual disminuyó su intención de usar la espada.
—Esto debe ser un sueño —pensé.
Su lengua en mi herida fue una buena jugada…
—Tu fantasma líquido es una llama —susurró.
Caballero de todas mis copas, nací de tus aguas,
ahora son ellas las que hacia ti me arrastran.
Cuando abras los ojos seré humedad y distancia.