Nada que hacer.
Despertaré el tiempo:
¡Que vuelva a correr!
Con sus agujas y espadas, que encienda mi piel.
Me despido del mito de lo inmortal.
Reniego de tu eternidad.
Nada que hacer.
Despertaré el tiempo:
¡Que vuelva a correr!
Con sus agujas y espadas, que encienda mi piel.
Me despido del mito de lo inmortal.
Reniego de tu eternidad.
La música despierta el tiempo, nos despierta al disfrute más refinado del Tiempo…(Tomas Mahn, La Montaña Mágica)
La música sembró un corazón
en el hueco más profundo del dolor.
Las notas bifurcaron a la altura del sol.
De pronto, el piano cambió de
color
y todas mis lágrimas evaporó.
Cajita de música,
engranaje del destino
que pone en marcha mi motor.
¡Despierta el tiempo
y devuelve la luz
al faro de mi corazón!
Palabras blancas como la nieve
caen lentamente sobre mi corazón;
ellas no son mías,
se pronuncian independientes
en mi eternidad personal.
Si te ignoro —o no te sé—, aprendo
a olvidar.
Si te conozco, sé que aprender es recordar,
como la rosa blanca
que ignora la fuente del jardín —¡la olvidó! —,
pero más tarde recordará el brote
que asomará en su tallo primaveral.
Adiós a los barcos hundidos
que buscan tu corazón perdido.
A dios el retorno que no retorna,
a dios la tristeza del círculo que nunca cierra.
Adiós a la linterna colgada en el sueño,
adiós al príncipe Hamlet
y la pesadilla de su calavera.
A dios los bastos, las copas y su rueda.
Adiós a las rocas que no dan rosas,
adiós al que nada te dio,
al que te espera.
Adiós a dios y a sus estrellas.