Algo fisuró la torre
que construyó en su corazón.
Inesperadamente fue precipitada
al abismo por un rayo sin color.
Las flores ofrecieron resistencia,
el silencio sentenció:
Ofelia: el tiempo es destrucción.
Ella bailó rítmicamente
al son de un sueño blanco,
y con los ojos cerrados saltó.
Con la punta de sus dedos florecidos
palpó su rostro, que desde la distancia
y con una boca que ya no era la suya,
la distancia nombró:
“No me verás nunca más,
no importa lo que hagas.
La torre es un camino
que nuestros corazones ha de bifurcar.”
Vestida con flores y hierbas
que del calendario brotaron,
trepó el árbol blanco de sus sueños,
¡que era como una torre de cristal!
Sus brazos desearon abrazar
aquel tronco pletórico de estrellas.
Ofelia, las
agujas del reloj
revelarán tu destino:
la caída te transformará.
Al caer, sus manos sostuvieron
el trofeo de las horas:
una corona de hojas
y lo que no ha de retornar.
El río la arrastró
como si fuera una estrella caída;
la destrucción es necesaria
para despertar.
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