El tiempo es un dragón
que devora los mediodías de nuestra infancia;
es un mito deslumbrante que deja sus huellas en el espejo
para que creas en él,
para que te crees en él.
Quisiste domarle,
reencontrar tus pasos perdidos,
devorados por él;
quizás rehacer con su fuego la noche primordial.
Sin embargo, el dragón no existe,
sólo es una presencia invisible
que lentamente te desangra.
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