Un viento esmaltado apaga mis sueños,
la aurora sólo encenderá el reloj;
el cielo acomodará su butaca gris
para mirar cómodamente la próxima muerte del sol.
Días que vienen del otro lado del mar
nos cercarán con sus murallas blancas
y lo que nos quite su repetitivo movimiento
¿en sueños lo volveremos a encontrar?
Vuelvo siempre a la misma tarde invernal,
con su silencio y azar intactos;
tarde en la cual abracé a mis sucesivos fantasmas
para volver a empezar.
Si el tiempo es redondo,
¿qué saco con darle la espalda?
No es necesario temer a las manecillas del reloj,
de todas maneras,
a la hora señalada el círculo se ha de cerrar.
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