El coleccionista de rosas
humedece las semillas del dolor,
y entre rosales que en el espejo germinan
toca la espina sangrante.
Él lo sabe, y por eso persiste:
Él lo sabe, y por eso persiste:
Toda la humanidad se ha pinchado
el índice derecho,
todos llevamos la marca de la belleza
que en lo más profundo nos hirió.
Basta ya de flores en aeroplanos-se dice
las flores en su porción de polvo,
¡clavadas en su cruz de tierra!
¡clavadas en su cruz de tierra!
Las rosas embrujan el jardín con su dicotomía
de belleza y dolor.
Rosas misericordiosas, amarillas, blancas y rojas;
rosas odiosamente silenciosas,
de belleza y dolor.
Rosas misericordiosas, amarillas, blancas y rojas;
rosas odiosamente silenciosas,
recapturan la eternidad en la máscara de la fuente,
y nunca dejan de llorar por aquel que las colecciona
y a quién pinchan una, una, una y otra vez.
¡Oh rosa, Cristo barroco del jardín!
Dadme la llave de la resurrección,
dadme la llave del amor que en mis sueños se hunde,
¡dadme la mentira de la luz!
¡dadme la clara conciencia de vuestra frágil sombra!
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