Después de todo el tiempo que ha pasado
bajo las manos y agarro las cosas con el reloj,
entonces puedo asir los escombros de su voz,
luz de fuego y de sombras fuiste,
acaso la otra moneda del amor;
también fuiste un sueño,
un lucero,
un jardín
y todo aquello hermoso y fugaz
que puede alojarse en el corazón.
En la curva de los días más grises
te esperé largas horas
(creo que fueron diez mil)
pero tú estabas sentado
bajo el limonero triste de las tardes,
inaccesible a mi amor;
cubierto de mala hierba y sudor;
Pero mi deseo era persistente
y como una hiedra hambrienta trepaba por tu dolor.
Ahora que el olvido cultiva
sus camelias en mi,
y que las tiernas briznas del amor
crecen a mis pies te hablo:
"Para ti seré la hija del olvido
el vago temblor de lo que
al borde de la esperanza feneció.
Ya nunca dormiré pálida a tus pies,
no seré la carne, ni la tierra,
ni el cielo, tampoco el sol.
Hoy sólo te queda aparecerte en mis sueños,
oscuro, penitente,
cubierto con la sábana que cubre al fantasma que nos creó".
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