Durante un tiempo fuiste una mariposa
en los blancos jardines de la soledad,
una criatura habitada por delicados fantasmas de porcelana;
más tarde, el tiempo saturado siempre de olvido
y coronado de espera
te arrastró a la cima de un árbol milenario,
te hiciste hoja y apagando tus sueños de salvia tuviste que aprender a caer
¡Cuanto peso le otorgó la gravedad a tus sueños de muselina clara!
La tierra te guardó en su corazón de alabastros y tus brotes internos gritaron:
¡Dejadme renacer! Dejadme retornar...
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