Ofréceme el paraíso perdido,
el de John Milton,
el que Gustav Doré soñó,
Y bajo la mirada de todos esos ángeles caídos
¡Abre del jardín su bizantino portón!
la serpiente me esperará sonriente
y me hablará;
pero yo no soy Eva y tú no eres Adán;
¡Abramos los ojos al conocimiento!
Y bajo un cielo estático, anacrónico
comamos del fruto del bien y del mal.
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