Prueba un poco de tu propia medicina sanador,
que tus manos sean la herida
y que el tiempo sea el jarabe de tu dolor.
Curandero, que la felicidad que rechazaste
profundamente permanezca,
que la fiebre de tu destino encienda tus pies rotos,
y que de tu veneno brote la sombra de tu salvación.
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